Cumpleaños Feliz

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Hoy es un día especial, la flor más bonita de mi casa cumple 24 primaveras.

No es el primer cumpleaños en el que no puedo ir corriendo a las 00.00 a darle un abrazo apretujao y desearle la mayor de las felicidades…

Ni tampoco es la primera vez que me levanto y no la tengo ahí para darle un puñao de besos y cantarle durante todo el día, cumpleeeñosss feliiiiiiz, cumpleaños feliiiiiz…

Desde pequeñas, los cumpleaños en casa siempre eran la bomba. Globos, guirnaldas, gorritos, velas, tarta, regalos, y por supuesto, las palabras mágicas nunca podían faltar «no entres a ese cuarto», o «no, todavía no puedes pasar», «joer tía, llevo un montón de rato por ahi sola y es mi cumpleaños, dejadme ya que pase», «no me vais a dar los regalos todavía o que, joer, dadmelos ya», «van pa las doce y no hemos soplao las velasss», y un largo etc de expresiones típicas sin las cuales ese día deja de tener ese regustillo a hogar, a nuestro hogar.

Personalmente, también celebro este día con mucha ilusión. Desde que tengo uso de razón quería una hermanita. Fui persistente y tenaz hasta que mis padres me obsequiaron con tan maravilloso regalo tal día como hoy, y jamás olvidaré la sensación de cogerla en brazos por primera vez, su carita y sus ojos que se me quedaron grabados a fuego. Por fin había llegado y estaba entre nosotros y yo no me lo podía creer.

Además de mi hermana pequeña, a la cual quería y cuidaba, era mi jugetito. Pasaba las horas haciendole carantoñas, jugando con ella, haciendole reir, bailando con ella, y disfrutando con y de ella. Mi pequeñaja, mi toti.

Fue pasando el tiempo y seguía haciendo las veces de madre cuando ella no estaba, e incluso de padre. Siempre tuve ese instinto protector que solo los hermanos mayores podemos sentir y la necesidad de decirle lo que estaba bien o no, lo que podía o no podía hacer, lo que era bueno o no para ella… costándome muchas veces un disgusto o un enfado por su parte…»pareces mamá», o «dejame en paz, eres peor que mamá»… pero, al fin y al cabo, era mi deber. Mi deber de cuidar y de «salva vidas», literalmente, ya que si no llega a ser por mi rápida intervención, nos hubieses dado más de un susto…Recuerdo cuando me lancé a la piscina (y no sólo en una ocasión) a sacarte antes de que te ahogases, y todo porque se te había metido en esa cabecita dura, que ibas a aprender a nadar «con estos» (mientras mostrabas tus cinco deditos con la gracia que te caracteriza)… y así, fue, con esos te lanzaste a nadar, sin manguitos y sin flotador, y menos mal que por alli estaba yo…O las veces que has estado a punto de llevarte un buen golpe con el palo de la cortina, siempre yo, vigilando, al acecho, supervisando que todo estuviese bien y de alguna forma, salvándote de todo lo malo.

Pero tú, de otra forma, también me has salvado a mi. Me has enseñado tantas cosas y me has dado tantas lecciones, que solo puedo estarte agradecida. Gracias a ti he vivido tantas cosas, he reido y he llorado y he sido tan feliz, que no me cansaré de decirte lo importante que has sido, eres y serás para mi.

Nuestra relación ha sido siempre muy buena, nunca hemos tenido una discusión, ni una pelea por nada…. (tururú… jajaja)…Vale, no cuela. Pero bueno, es lo que suele pasar cuando una de las dos es una monilla alocada y despistada y se mete en las profundidades de un armario ajeno en busca de quién sabe qué y lo deja todo manga por hombro…o cosas así…al fin y al cabo nada importante. Solo rocecillos que le dan vidilla a la relación de osas amorosas que somos (vale, tú más)

Y a mi forma, desde el sitio donde me desahogo y puedo expresar un poco de todo eso que llevo dentro, te deseo toda la felicidad del mundo, mi hermanita pequeña, mi amiga, mi preciosa flor.

Mucha felicidad, para hoy y siempre…te quiero